30 de maig del 2017

Reseña: “Que te vaya como mereces”, de Gonzalo Lema

[Calibre .38, 30 de mayo de 2017]

Jesús Lens Espinosa de los Monteros


Si eres de los que considera que la trama y el argumento están sobrevalorados en la novela negra, que lo realmente importante son los personajes, el ambiente y el contexto, Que te vaya como mereces es tu novela.
Ganadora de la edición 2017 del Premio L’H Confidencial, la novela del boliviano Gonzalo Lema es un perfecto ejemplo de cómo se pueden escribir cerca de 300 páginas de novela policial partiendo de una mínima anécdota.
Todo comienza cuando al Abrelatas, personaje que, imaginamos, viene de anteriores novelas de Lema, le roban de la Morgue de Cochabamba el cadáver de su hijo que, además de muerto, estaba desfigurado, chamuscado y francamente perjudicado. Y como la policía no hace caso a su denuncia, el Abrelatas acudirá a Santiago Blanco, ex policía, para que resuelva el misterio.
El problema es que Santiago -y suponemos que lectores que otras novelas anteriores del autor- conocen al Abrelatas y le quieren y le respetan. Sin embargo, los que nos enfrentamos por primera vez a esta saga, no llegamos siquiera a conocerle, con todo lo que ello significa…
Trescientas páginas después, efectivamente, el misterio del cadáver del hijo del Abrelatas habrá quedado resuelto. Pero, en realidad, el lector ya ni se acuerda de él. Porque, insisto, lo que cuenta Que te vaya como mereces no es tan importante como el cómo lo cuenta el autor.
Y es que Santiago Blanco es un personajazo: tras salir malparado del cuerpo de policía y sobrevivir bajo un puente, encontró trabajo como conserje de un edificio bastante parecido, salvando las distancias, al número 13 de la Rue del Percebe. Y, claro, al autor se le caen las páginas de las manos hablando de los curiosos y muy particulares vecinos de Blanco.
Mi relación con Que te vaya como mereces ha sido cambiante. Al principio, me gustó el planteamiento del autor, sumergiéndonos en la sociedad boliviana contemporánea, llevándonos a sus bares y tugurios y describiendo la amplia y sugerente gastronomía de la tierra. Me lo pasaba bien con los personajes y seguía a Santiago Blanco, con alborozo, en todos sus paseos. Me gustaban sus réplicas, sus amoríos y hasta sus dudas y zozobras con respecto a su futuro.
Luego, me cansé de que no pasara nada.
Así que decidí aparcar Que te vaya como mereces y leer otra novela, antes de volver a Cochabamba. Pero la magia del realismo boliviano se había evaporado. Sí. Seguí tumbando birras con Santiago y comiendo todo lo que podía, con él, en los puestos del mercado. Pero cada vez que me hablaba de sus cuitas con Gladis, Margarita o con Uribe, el dueño del inmueble en que ejerce como conserje, terminaba cansándome y buscaba cualquier excusa para despedirme e irme a dormir.
Así las cosas, opté por meterle bulla a Santiago para que resolviera el tema del hijo del Abrelatas a la mayor brevedad. Me dijo que, entre medias, se le había terciado el caso de una Viuda Negra que podía ser letal. Pero, ya les digo, a esas alturas de la historia, no estaba yo para tanta cháchara, ansiando que llegara el final de una novela que, cuando por fin se produjo, me pilló ya francamente cansado y fatigado.
 
Que te vaya como mereces
Gonzalo Lema
Roca Editorial




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